Un plácido verano, con el despertador en modo “tregua indefinida” y los libros de texto debidamente aislados cual residuos atómicos. Esos campamentos inolvidables, la piscina, el veraneo en familia. Todo esto, no nos engañemos, ha sido durante décadas el principal aliciente para el estudio de los “teenagers” españoles. En esas edades en las que la autoridad de los progenitores se cuestiona y sus órdenes se cumplen de aquella de las maneras –no lo olvidemos- lo que más nos movía  a eludir los temidos suspensos no era ni nuestra inquietud por el saber, ni nuestro sentido del cumplimiento del deber. Salvo excepciones encomiables, el españolito afectado por la edad del pavo ha estudiado fundamentalmente para asegurarse un verano fetén.

En estos tiempos que corren, en los que es la propia sociedad la que parece afectada por una adolescencia sin fin, en los que tanto se habla de la necesidad de motivar a nuestros jóvenes (la verdad es que muy pletóricos no andan), nuestros responsables educativos autonómicos se afanan en trasladar a junio los exámenes de septiembre. Vamos, que verano
fetén para todos. Se acabaron el “chapar” mientras los demás están en la piscina, el castigo a perpetuidad sin salir por la noche en verano, el recitar las lecciones al contrariado papá a cuarenta grados y demás “torturas” de antaño que a tantos hicieron reaccionar tras haberlas padecido, no lo olvidemos.

Los auspiciadores de la medida argumentan –básicamente- que los estudiantes deben descansar en verano, que los resultados con el sistema anterior son nefastos (un 5% de aprobados, dicen), que así se organiza mejor el principio del curso y que el suspenso de un hijo trastorna el verano de toda la familia. No lo discuto. Es más, podría incluso aportar más argumentos más o menos creíbles.

Ahora bien, seamos honestos, descendamos a la cruda realidad y prescindamos de las argumentaciones “de laboratorio”. En la inmensa mayoría de los colegios hay evaluaciones, recuperaciones de cada evaluación y, al final de curso, los exámenes globales. En éstos, normalmente, se pueden recuperar las evaluaciones suspensas. Es decir, que para que una asignatura quede para septiembre se ha tenido que suspender en hasta tres ocasiones: evaluación, recuperación y examen global. Si cogemos el calendario escolar, veremos que los exámenes extraordinarios habrán de realizarse en junio antes del día 24
aproximadamente, a fin de que los resultados se tengan antes del 30 y de que el final del curso no se alargue demasiado. Si el 24 de junio empiezan los exámenes extraordinarios, el sentido común nos dice que los alumnos deben conocer sus calificaciones finales al menos con 10 ó 15 días de antelación (en caso contrario no se podrán preparar con un mínimo de garantías los exámenes). Pongamos 10 y nos situamos en el 14 de junio. Daremos al profesorado una semana para corregir los globales, juntas de evaluación, etc y el cálculo en retroceso nos lleva al 7 de junio como fecha tope para haber terminado
los exámenes globales y, por ende, en torno al 1 de junio para su comienzo.

Resultado: a final de mayo una buena parte de nuestros alumnos de ESO (que los hay, que existen los que aprueban, que no son personajes de ficción, sino la mayoría silenciosa y, a menudo, olvidada) habrán terminado las clases. ¿Qué harán con ellos durante un mes? ¿Van a ir de “repaso”, de oyentes de no se sabe qué? ¿Les harán las habituales actividades culturales de “vosotros a ver una peli”? Me huele a aburrimiento total, a parcheo para cumplir malamente con el mínimo de horas lectivas.

Por otro lado, ¿de verdad nos creemos que se va a arreglar en una semana el estropicio académico de todo un curso? Algo me dice que será difícil.

Conclusión: nos hemos cargado el aliciente universal para el estudio, tan básico como efectivo. Ya da igual suspender porque el premio del verano fetén viene de serie. Tenemos una semana para recuperar un curso, pero no nos alteremos, porque las consecuencias de volver a suspender no son nada dramáticas. Ya no hay que preocuparse de qué vamos a hacer en verano con este hijo que ha suspendido. El problema va a ser qué hacer en junio con ese descerebrado vástago al que no se
le ha ocurrido otra cosa que aprobarlas todas. País…

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