El egoísmo, la desgana, la acedia, el patológico pavor a complicarse la vida, la crisis (más la moral y cultural que la económica), el aburrimiento, la vejez mental… La combinación de algunos de ellos o de todos a la vez, han situado a nuestro país a la cola mundial de la natalidad. La pirámide de población se ha invertido, se mantiene, incómoda e insegura, apoyada en un vértice cuya función no es soportarla. Una de las consecuencias de esta situación tan antinatural (así ni conservamos la especie) es que, por primera vez ha disminuido en nuestro país el número de niños/as que acceden al sistema educativo. Eso implica, evidentemente, que quedan plazas libres, que la oferta es superior a la demanda.

Por primera vez en la historia los colegios de la red concertada no se llenan solos, sin esfuerzo alguno. Lo que son las cosas. Hace un par de años todavía era típico recibir esa llamada en los meses de escolarización “a ver si puedes hacer algo para que mi hijo/a entre en ese colegio”. Ahora llaman de la dirección del centro para que no olvides recomendar a tus amigos que pidan plaza en su colegio…

Durante años hemos venido defendiendo que los conciertos han de mantenerse mientras haya demanda de las familias. Pues resulta que empieza a no haberla. Porque no hay “peques”, porque ya no se eligen los centros por el ideario (no nos engañemos), porque hay que ganarse a las familias, ofrecerles un plus de calidad, darles razones de peso para que elijan ese colegio y no otro. No basta en absoluto con el ideario.

Esta labor de promoción no solo es responsabilidad de los titulares de los centros: nos compete también a las familias. Si queremos de verdad seguir teniendo la posibilidad de elegir para nuestros/as hijos/as una educación conforme a nuestras creencias, tenemos que implicarnos de verdad, porque somos los primeros interesados. No en vano se ha venido a denominar a este tipo de centros como de “iniciativa social”; pues resulta que la sociedad somos nosotros: las familias. A ver si es verdad que tenemos iniciativa. Quien quiera peces…

Los centros que, con el apoyo de la titularidad y la implicación de las familias, no comiencen desde ya una labor de promoción muy bien pensada y profesionalizada irán muriendo poco a poco, aula a aula. Lo hemos visto en algunos casos puntuales; pero se generalizará si no se pone remedio. Y los colegios que no se apunten a la modernización, a la refundación, a la regeneración, a la reinvención morirán por el egoísmo, la desgana, la acedia, el patológico pavor a complicarse la vida, la crisis (más la moral y cultural que la económica), el aburrimiento, la vejez mental… La combinación de algunos de ellos o de todos a la vez.

 

Artículo de opinión de Enrique Domingo Oslé – Secretario General de CONCAPA Rioja -.

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